No fui un hijo ejemplar ni tampoco un alumno atento, era un niño indispuesto a todo y así me lo inculcaron. Las paredes de mi escuela eran demasiado gruesas, recuerdo que las púas que encabezaban los barrotes de la vallada me causaban rebeldía y grandes ganas de saltar, y en más de una ocasión, así lo hice.
Dejé de escuchar en las clases cuando los profesores debatieron si era estúpido, sustituí las clases por los canutos y la naturaleza, dejé que mi mente reflexionara con la literatura la cual me censuraron en el colegio. Mi padre me obligó a ir de nuevo, mi madre de acuerdo con mi tutora, intentaron atarme a la educación sin importar mis sentimientos o propósitos, y sólo quería sentirme libre.
Me impartieron machismo, clases fascistas y obstruían la cabeza de mis compañeros con ideas extremistas las cuales hacían sentirme vulnerable si abría la boca. Se apoderaban de aquellos libros que leía, y después de cinco años, aún no están en mi estantería. Acosado por un hijo de puta al que habían nombrado director, me dijo que no valía para nada, ni para escribir, ni para existir, sólo para fumar marihuana.
Señor director, suerte tuve que me expulsaras antes, ahora soy artista gracias a otros colegios que no tienen barrotes. Escribo, pinto, compongo música y soy un gran amante de la vida. Lo mejor de todo es que sigo estudiando y me sigo hinchando a porros.
Sid Trip
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