A fines de los ochenta, cuando las PC (personal computer) comenzaron a ser un objeto codiciado en el mercado consumidor, eran algo así como el sinónimo de inteligencia futura (ya nadie cree en esas fábulas), surgió en el imaginario que quien manejara una computadora manejaría el mundo. O por lo menos la parte del mundo que realmente importa. Los padres de clase media se preocuparon por que sus hijos fueran a escuelas primarias donde una de las materias fuera “Computación”. Más adelante incluyeron “Internet” que era un paso adelante en el conocimiento del universo que se avecinaba.
Lo tecnológico invadió todo y la realidad virtual pasó a ser parte de la vida cotidiana. No sería extraño que eso tenga alguna influencia en la forma de percibir el mundo, y es de suponer que esa manera de mirar debe producir nuevas estéticas. Y si hablamos de nuevas estéticas, parece ser que hay una estrella en el cyber espacio que condensa todos los pensamientos acerca de lo que debe ser el arte digital. Nadie lo conoce, no se sabe exactamente cuando nació, pero millones conocen su obra y saben su nombre, ese artista se llama… ¡Larry Carlson!
Nació y creció en el norte de Nueva Jersey. Su infancia la pasó dibujando en unas libretas de bocetos que su madre guarda en el desván. Previsiblemente, fatigó los talleres de una escuela de arte. Tiene un Master en pintura y cine de la Cooper Union School of Art, donde estudió. Las palabras “genio”, “visionario”, “original” y “maravilla” se acumulan en los artículos y notas que hablan sobre él y su trabajo. Según ellos Larry Carlson es un exponente perfecto del cruce entre la psicodelia sesentista y la cultura cibernética de nuestros días. Y no faltó quien se preguntara si no es el Salvador Dalí de este siglo.
Ha concedido pocos reportajes y es difícil conseguir imágenes de su persona. Como un Sallinger de la era digital, vive recluido en su estudio de New Jersey, donde sentado frente a sus equipos pasa los días capturando, cortando y armando figuras para sus sugerentes composiciones. Las composiciones de Carlson son ready mades de imágenes del mass-media, que a través de la apropiación y la fragmentación, transforma en materia de sus abigarrados paisajes. Es decir, que para estos múltiples acoplamientos y reflexiones de imágenes, Carlson trabaja, casi exclusivamente, con lo que le provee la red de Internet.
Se percibe en ellas el clima hipnótico y agobiante de las fantasías infantiles. Hay algo caleidoscópico en las multiplicaciones infinitas de formas, que llevan a abismarse en un espacio sin límites. En sus videos, el espíritu de su estética de simetrías y mandalas aparece más claro, y remite a “Alicia en el país de las maravillas”, en su loquísima carrera detrás del sombrerero loco. También se advierte la melancolía del que ha perdido algo importante en las últimas etapas de su trayecto, que al divagar mezcla los sueños con la realidad.
Según la revista High Times, Carlson formaría parte de la tradición surrealista, porque sus imágenes nos recuerdan “la inconexa y resbaladiza naturaleza del inconsciente”…“ y al mostrarnos la dimensión mística de la conciencia, nos atrapa con dulces y espiritualizadas epifanías, y ahí es cuando nos hunde completamente en su extraño remolino surrealista”. Esta es sólo una interpretación superficial, ya que hay una diferencia esencial entre la obra de este artista, el surrealismo y la psicodelia. Éstos buscaban liberar los monstruos del inconsciente mediante el automatismo y los alucinógenos, pero el mensaje final era progresivo e unívoco.
Las imágenes superpuestas y fragmentarias de Carlson, en cambio, impiden la lectura deductiva, obstruyen la posibilidad de una única interpretación, evitan, tuercen y tergiversan la lógica y la razón de la modernidad. Tal bombardeo al cerebro, lo convierte en un decálogo de la posmodernidad, donde la certeza de la visión y la razón están cuestionadas.
Su obra abarca el vídeo-arte, arte digital, animación, música electrónica, fotografía, collage y pintura. Pero el grueso de su celebridad viene por su trabajo en la línea de la web de arte, en la que creó varios sitios donde se pueden ver sus videos. Como dijimos, es un hombre de múltiples talentos, que van desde la manipulación de imágenes hasta la organización, en vivo, de recitales con las bandas sonoras de sus videos experimentales. Ha proporcionado las imágenes de los principales eventos de música electrónica de New York, Las Vegas, Los Ángeles, Toronto y Ámsterdam. Además se le deben algunas de las innovaciones más audaces en relación con lo que se llama comúnmente la cultura de masas, como es el caso de la pantalla psicotrópica de modo completo.
No es mucho, pero tampoco es poco. Tal vez estemos a las puertas de una nueva era del arte y es natural que haya gente que no quiera verlo, o se resista a la poética de las imágenes que nunca son lo que vemos. Pero el caso es que están allí.
Y cuando abramos los ojos no vamos a tener más remedio que asimilarlas.
Fuente: Testigo Ocular
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