La "historia", si es que así puede llamarse, sigue el viaje (literal y figuradamente) de un reportero y su abogado que visitan Las Vegas para llevar la crónica de una carrera motociclística a través del desierto; posteriormente, el reportero se quedará en Las Vegas para cubrir una convención de "sheriffs" luchando contra el tráfico y consumo de drogas en sus respectivos pueblos.
Estos eventos, sin embargo, son de importancia muy secundaria pues ambos personajes se encuentran en un frenesí de abuso de drogas y alcohol tan violento que hace que todo pase a segundo plano. Todos los eventos que los rodean son vistos difusamente por su alterada conciencia, y la mayor parte del diálogo en la película se da en forma de narración, por medio de la cual "oímos" los pensamientos del reportero en su intoxicante recorrido.
El resultado es que la película, más que seguir una historia coherente, se descompone en una variedad de viñetas donde vemos y oímos la torcida percepción que los personajes tienen de ciertos eventos. Una visita a un casino (ya bastante surrealista estando sobrio) se convierte en un pasaje sacado del mismo infierno de Dante. Los períodos de relativa sobriedad están plagados de alucinaciones y fantasías paranoicas.
Éste es el tipo de película que puede generar en el espectador una de dos respuestas: repulsión absoluta ante el aparente rechazo por toda moralidad convencional, o aceptación total de la idea de que la percepción que tengamos de las cosas es completamente subjetiva y por lo tanto, válida para todas las personas.
Johnny Depp y Benicio del Toro tienen la casi imposible tarea de actuar en escenas que no obedecen a lógica alguna, y que los transforma de héroes a villanos varias veces y sin previo aviso.
Fuente: La Butaca
0 comentarios